En fin, los minutos pasaban y me fijé en la cola preferencial. Al ser fin de mes, algunos señorones se iban aproximando, cobraban y salían rápidamente. ¡Qué afortunados! Pensaba yo. Ellos no deben esperar, lo cual está bien, no tengo nada en contra de eso. Entonces, llegó ÉL: ÉL GALÁN.
Era un señor ya avanzado en años, de cabellera plateada y postura firme. Cojeaba un poco pero llevaba muy bien el bastón. Empezó a caminar hacia la recepcionista y aquí hizo la diferencia:
- Pero qué guapa jovencita tengo la suerte de tener frente a mí.
La chica le sonreía muy atenta y él recibía la sonrisa como señal para continuar.
- Dime linda, ¿a qué hora sales?
El señor se pasó la mano por la cabellera. Arregló esos pelos rebeldes que querían arruinar su aspecto y esperó paciente la respuesta.
- A las 4.
- Ya veo... Y, ¿ya tienes planes para este fin de semana?
- Algunos.
- Me parece muy bien linda. Disfrútalo.
El señor tomó su dinero y salió del banco.
La chica sonreía mientras lo veía partir hacia algún nuevo destino.
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