domingo, 26 de septiembre de 2010

El Llanto de Ave

Hace algunos días descubrí un nido de pájaro en una de las ramas de un árbol de mi casa.

La verdad es que no me gustan mucho las aves, ni meterme en la vida de otros, por eso los dejé en paz. Conforme fueron pasando los días, me olvidé de ese nido y de los pajaritos que estaban por nacer.

Continué con mi rutina diaria hasta ayer, cuando me percaté de un sonido que me había acompañado todo el día y que hasta ese momento había ignorado. Un pajarito cantaba, o eso creía yo.

Durante la mañana escuchar el canto de un pájaro es algo normal. Durante la tarde sigue siendo normal. Pero a las 10 p.m. el sonido deja de ser normal. Entonces, empecé a creer que el canto podría ser algo más.

Tuvieron que pasar unos minutos para darme cuenta de la relación. Entonces, fui hasta el árbol y lo descubrí. Los huevos se habían caído y los padres estaban en el nido roto llorando. Nunca había escuchado llorar a un ave. El sonido era triste. Entendía que una pérdida siempre es dolorosa y que los animales pueden ser más humanos que nosotros.

Esas aves creyeron haber construido un nido fuerte. Trabajaron pero no fue suficiente.