jueves, 1 de noviembre de 2012

DE MATRIMONIOS Y MATRIMONIOS

Y este sábado llegó la fecha que mi madre tanto temía. Supongo que la mayoría de las madres lo teme, por más duras e indiferentes que aparenten estar. El día del matrimonio de su hijo. Sí, HIJO. Yo creo que por mí no hubiera habido tanto drama pero por su hijo sí. En fin, entre tantas cosas que tuvo ese dichoso día hubo un momento ÉPICO.
Después de algunas cosas por aquí y otras por allá, llegó el momento de arrojar el ramo. Es obvio que la novia siempre tiene su contacto entre tanta soltera (no codiciada) que hace fila a su espalda esperando atrapar ese objeto que les asegura un pronto matrimonio. (Sí claro). Entonces llega la cuenta: que a la una NADA, que a las dos NADA y a las tres y SÍ. Yo sorprendida porque a las recién casadas les gusta imitar el suspenso a lo Gisela V. pero mi cuñada nada de suspenso. El ramo salió por los aires dirigiéndose hacia la fila de solteras.
Hasta ese momento no me había percatado de la curiosa actitud de una de las que hacía fila conmigo. Allí la vi, cual virgen María siendo iluminada por una inmaculada luz. Entonces, ella levanta los brazos con las manos juntas y espera sonriente. El ramo sale con un ángulo casi perfecto para caer en el nido que ella estaba formando. Ya todo estaba dicho. Hasta la melodía del Ave María me pareció escuchar. Era un hecho, ella sería la próxima (no sé si para bien o para mal, en fin). Entonces, cual arquero salvando a su equipo de una goleada, una juvenil mano se interpuso entre la virgen y el ramo. Era como ver a una piraña saltando para atrapar a su presa. La mano pertenecía a una adolescente que muy a su pesar había salido a hacer fila. La arquera cogió el ramo y huyó para que nadie se lo quite. La audiencia soltó en risas y celebró la intrépida actuación de la jovencita. Todos menos su madre, quien quedó con tremenda pokerface. Pasados unos segundos se recuperó e intentó fingir que nada pasaba (sí, claro, nadie lo notó).
Y así fueron pasando las horas.

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