viernes, 9 de noviembre de 2012

LAS COSAS DE LA COLA II

Esas colas en los bancos siempre me guardan algún detalle entretenido. Algo con lo que distraerme mientras espero. Así estaba yo, esperando, sumergida en el más profundo aburrimiento. Ni siquiera habían puesto los bloopers ni nada. Así nos tenían a todos, sin nada más que hacer que mirarnos las espaldas mientras aguardamos el turno. 
En fin, los minutos pasaban y me fijé en la cola preferencial. Al ser fin de mes, algunos señorones se iban aproximando, cobraban y salían rápidamente. ¡Qué afortunados! Pensaba yo. Ellos no deben esperar, lo cual está bien, no tengo nada en contra de eso. Entonces, llegó ÉL: ÉL GALÁN. 
Era un señor ya avanzado en años, de cabellera plateada y postura firme. Cojeaba un poco pero llevaba muy bien el bastón. Empezó a caminar hacia la recepcionista y aquí hizo la diferencia:
- Pero qué guapa jovencita tengo la suerte de tener frente a mí. 

La chica le sonreía muy atenta y él recibía la sonrisa como señal para continuar.

- Dime linda, ¿a qué hora sales?

El señor se pasó la mano por la cabellera. Arregló esos pelos rebeldes que querían arruinar su aspecto y esperó paciente la respuesta.

- A las 4.
- Ya veo... Y, ¿ya tienes planes para este fin de semana? 
- Algunos.
- Me parece muy bien linda. Disfrútalo. 

El señor tomó su dinero y salió del banco. 
La chica sonreía mientras lo veía partir hacia algún nuevo destino.

jueves, 1 de noviembre de 2012

DE MATRIMONIOS Y MATRIMONIOS

Y este sábado llegó la fecha que mi madre tanto temía. Supongo que la mayoría de las madres lo teme, por más duras e indiferentes que aparenten estar. El día del matrimonio de su hijo. Sí, HIJO. Yo creo que por mí no hubiera habido tanto drama pero por su hijo sí. En fin, entre tantas cosas que tuvo ese dichoso día hubo un momento ÉPICO.
Después de algunas cosas por aquí y otras por allá, llegó el momento de arrojar el ramo. Es obvio que la novia siempre tiene su contacto entre tanta soltera (no codiciada) que hace fila a su espalda esperando atrapar ese objeto que les asegura un pronto matrimonio. (Sí claro). Entonces llega la cuenta: que a la una NADA, que a las dos NADA y a las tres y SÍ. Yo sorprendida porque a las recién casadas les gusta imitar el suspenso a lo Gisela V. pero mi cuñada nada de suspenso. El ramo salió por los aires dirigiéndose hacia la fila de solteras.
Hasta ese momento no me había percatado de la curiosa actitud de una de las que hacía fila conmigo. Allí la vi, cual virgen María siendo iluminada por una inmaculada luz. Entonces, ella levanta los brazos con las manos juntas y espera sonriente. El ramo sale con un ángulo casi perfecto para caer en el nido que ella estaba formando. Ya todo estaba dicho. Hasta la melodía del Ave María me pareció escuchar. Era un hecho, ella sería la próxima (no sé si para bien o para mal, en fin). Entonces, cual arquero salvando a su equipo de una goleada, una juvenil mano se interpuso entre la virgen y el ramo. Era como ver a una piraña saltando para atrapar a su presa. La mano pertenecía a una adolescente que muy a su pesar había salido a hacer fila. La arquera cogió el ramo y huyó para que nadie se lo quite. La audiencia soltó en risas y celebró la intrépida actuación de la jovencita. Todos menos su madre, quien quedó con tremenda pokerface. Pasados unos segundos se recuperó e intentó fingir que nada pasaba (sí, claro, nadie lo notó).
Y así fueron pasando las horas.

COSAS QUE NO DEBERÍAN PASAR - II

Existen miles de cosas que no deberían pasar y que por desgracia no podemos evitar.
Recientemente me ha ocurrido una de ellas y ya estaba por dejarla pasar pero entonces pensé en este espacio para compartir mi frustración.
En algunas ocasiones me han tildado de poco comunicativa porque suelo usar audífonos. La verdad no estoy para nada de acuerdo. Yo los uso porque me gusta escuchar mi música sin molestar a otros. Además, lo hago cuando estoy sola, si tengo a alguien al lado me los quito para poder escucharle. En fin. Yo vivo con mis audífonos y un ya anciano MP3 (ya va por su quinto año de vida y espero sean más). Y así paso mis días, caminando al son de la música que yo elijo. Todo iba genial hasta que un día olvidé el MP3 encendido y para cuando debía salir a la calle a caminar, para colmo en hora punta y con el objetivo de ir a hacer cola a un banco, mi pobre MP3 había muerto. Sólo podía leer: "Batería agotada".
Entonces me dije: "bah, tampoco es para tanto". Yo iba súper confiada de poder soportar el ruido de hora punta y la cola del banco, ¡qué ingenua fui! Fue como entrar a un laberinto. Claxon por aquí, gritos por allá y yo totalmente fuera de lugar. Entrar al banco sin música fue aburrido pero al menos estuvo mejor que la calle.
Después de esto me he quedado pensando en la dependencia que he desarrollado por mi MP3. Ahora puedo olvidar cualquier cosa pero lo primero que hago antes de salir es cerciorarme de tenerlo en el bolsillo. Quizás parezca exageración pero la vida se me hace mucho más fácil con este aparatito.