Esa tarde de mi vida en la cola de un banco me percaté de varias cosas.
Estaba tan aburrida, desesperada y enojada que decidí enfocar mi mente en buscar algo divertido que hacer. Sumergida en estos pensamientos, escucho los gritillos de varios chiquillos y mirando con más atención logré identificar a unos 15.
Estos pequeños humanos, que por cierto pertenecen a la generación Z o AA, son más suspicaces de lo que sus padres creen.
Por ejemplo, identifiqué a ciertos tipos según su actividad en el banco:
1. Los que hacen amigos: se conocen porque sus padres no sabían con quién dejarlos y se los llevaron consigo. Están tan aburridos que rápidamente entablan amistad con el niño más cercano y no tienen mejor idea que correr por las instalaciones gritando o jugando a las escondidas entre las oficinas de los funcionarios ausentes.
2. Los informáticos: nunca falta el oficinista que decide dejar momentaneamente su escritorio. Creen que nadie se percatará del vacío que dejan y se toman todo el tiempo del mundo en volver. Es entonces, cuando aparecen este tipo de niños. Silenciosamente se escabullen hasta el escritorio y se ponen a jugar en la computadora. Sus padres ni enterados se dan y supongo que el oficinista notará que alguien usó su máquina cuando no encuentre algún archivo.
3. Las amantes de la luna: los bancos ya no tienen paredes, ahora usan vidrios para hacer sus divisiones. Estas son, en su mayoría, son niñas. El color aman: el rosado. Accesorio infaltable: cartera, o suya o de sus madres. Suelen pararse delante del vidrio y usarlo a modo de espejo. Se miran y miran.
Y así, podría seguir, pero lo dejo para la próxima.
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