Hace algún tiempo volví a pasar por esa calle, que recorro con cierta regularidad, pero sobre la cual nunca reparo en meditar. Sin embargo, esta vez sí lo hice, fue necesario que el taxi pare en el semáforo para hacerme recordar aquellos días en los que moría por él.
Yo estaba en tercero de secundaria, lo conocí por azares del destino y quedé prendada, claro que nunca le dije nada. Siempre estaba al pendiente de verlo, pero un día, lo vi sin buscarlo, acababa de salir de clases y caminaba con mi madre a hacer no recuerdo qué, cuando lo vi. Iba en la acera, delante de nosotras, lo vi y me emocioné. Me conformaba con verlo.
Hoy, esos días me parecen tan lejanos, tan fuera de lugar. Me sorprende recordar a ese chico y lo que provocó en mí. El destino lo volvió poner en mi camino, pero hoy no pasa de ser una sombra en mi vida. Lo veo y ya no recuerdo qué me gustó de él, tenía 16 y yo 14. Y esos dos años eran mucho más que 730 días, eran un abismo que ya superé, que ya quedó en el pasado. Es una historia con fin, que no dejó nada más que vagos recuerdos.
1 comentario:
Fue tu primera ilusión. Y siempre recordar la "reacción" que tuvimos nos averguenza y hasta nos parece graciosa.
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