Desde hace algunos años, de pura casualidad (o eso creo, a menos que haya sido mi inconsciente) en febrero siempre he leído una historia de amor: Romeo y Julieta, El huerto de mi amada, María, El amor en los tiempos del cólera, Travesuras de la niña mala. Algunas mucho más tiernas que otras.
Así que este año decidí hacerlo deliberadamente y fui a la librería con el propósito de comprar una historia de amor de Murakami. No sé si fue el Rey demonio (referencia a NANA) o mi destino se aleja del romanticismo pero todos se habían agotado. Tampoco he ido a otra librería, sencillamente lo he dejado pasar, además, ya me gasté el dinero, así que es por demás.
Este febrero lo he pasado sola, no es el primero y estoy segura que tampoco será el último. Sin embargo, no me disgusta ni envidio a otras parejas ni tampoco odio los 14 de febreros. Soy del tipo de personas que prefiere no complicarse la vida y dejar que el tiempo pase.
En mi opinión, las personas que se complican tanto la vida por un 14 de febrero solitario gustan del masoquismo. En realidad a todos nos gusta un poco. Pero vamos, es solo un día, tampoco es que tengamos que esperar a que sea 14 para celebrar un amorío o relación seria o verdadero amor o como prefieran llamarlo.
Considerándolo mejor, no soy la persona más indicada para dar consejos sobre el tema. Con una ideología tan liberan: “El amor es para siempre pero no hacia la misma persona”, no tengo el derecho de proclamarme en contra o favor de las actitudes que cada uno de vosotros toma respecto a este tan subjetivo tema.
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