lunes, 23 de marzo de 2009

Las Compras



No es que me guste mucho ir de compras, generalmente no lo hago y si lo hago pues no compro, es extraño, pero no encuentro muchas cosas que me gustes. Cuando voy de compras lo hago, porque mi madre quiere que la acompañe, ella lo disfruta o eso creo, tampoco es que sea muy seguido, pero hoy recordé lo incómodo que puede ser un vestidor de tienta de verano y las compras en general cuando no tienes ánimos para comprar.

El verano aún no termina y hacer las compras en verano puede ser una verdadera tortura. Cuando solía ir con mamá a por una prenda nueva (y nunca lo olvidaré), ella se encargaba de sacar un montón de prendas, me llevaba al probador y me las pasaba una a una, yo odiaba eso y especialmente en el verano. Es horrible estar en medio metro cuadrado poniéndote y sacándote ropa, sancochándote como huevo en sartén, especialmente cuando nada de lo que te estás probando te gusta, cuando todo lo elige tu madre y todo porque eres una niña y ella paga, ella maneja el dinero, ella es la jefa en esos asuntos. De infante, era difícil decirle a mi madre que el polito tan lindo con las rayitas rosaditas claras finitas y las rosaditas fuertes gruesas no me gustaba, siempre decía: “está bien, me queda” y ella lo apartaba y ya, estaba decidido, ese sería el polo que usaría hasta crecer o engordar, hasta que me entrase. Por alguna extraña razón (si conocen a mi madre notarán el sarcasmo) no le podía dar una negativa a mami, ella estaba en su goce, mientras yo iba detrás suyo, con las piernas molidas de tanto andar, aburrida y fastidiada, pero siempre con cara feliz para mami.

Las cosas han cambiado desde ese entonces hasta ahora, pero aun me sigue pareciendo algo fastidioso ir de compras en verano y eso que solo lo hago una vez al año.

Cada vez que me tengo que probar un pantalón, es todo un suplicio, no es que sea muy alta, todo lo contrario, soy una enana, pero los vestidores de tiendas son pequeños aún para una enana. Bueno, eso también depende de la tienda a la que se vaya, pero en todos en los vestidores que he entrado se cumple más o menos el mismo patrón: un cuartito de más o menos medio metro cuadrado, de paredes de madera pintadas de blanco, un espejo de cuerpo completo (eso no siempre) y una cortina que en muchas ocasiones deja libre paso a los ojos chismosos. Solo una vez, tuve la fortuna de entrar a un vestidor con asiento, porque siempre te tienes que probar la ropa parada, si olvidaste sacar las monedas del bolsillo te fregaste y peor si llevas algo más que solo monedas en los diminutos bolsillo de los pantalones femeninos, porque si sale del vestidor será visto por todas las demás personas.

Para terminar (no es que sea todo lo que tengo que decir pero lo dejaré para otra posible entrada), escribiré sobre unos personajes que hacen que cada vez me guste menos ir de compras, los vendedores, yo sé que es su trabajo, pero existen personas que no quieren que les digas: se le ofrece algo especial, qué modelito esta buscando, qué talla desea, lo tenemos en todos los colores. Y cuando te estás viendo en el espejo alguna prenda o unos zapatos, eso le queda lindo, como si lo hubiesen hecho para usted, aproveche, son modelitos que acaba de llegar. La prenda te puede quedar de lo peor pero ellos siempre dirán que te queda divino, porque es su trabajo. A mí no me gusta que un vendedor me esté diciendo esas cosas, si me gusta algo me lo pruebo y ya, tengo las facultades suficientes como para agarrar un polo, probármelo, ver si me queda o no y comprarlo o devolverlo…bueno, cada cliente es diferente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanta ir de compras, pero ahora estoy más pobre....